El naufragio

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El naufragio

Lorenzo Espinosa Estrada
Administrador
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El naufragio

Todo empezó una tranquila noche de noviembre en que la sensación de quietud del mar y el viento me invitaron a pescar, como a todo pescador atraído por sus cantos de sirena y sin mucho pensarlo agarré mi bote y algunos avíos de pesca y al agua, me tiré un poco tarde, a eso de las 11:00 de la noche. En pocas ocasiones había visto una noche tan quieta, allá atrás se podían oír las risas y los cantos de las personas disfrutando y bailando en las discotecas en la orilla del paseo de 70.

La carnada que llevé fue lombriz de piedra y algunos escribanos. En esta época del año comen buenos bichos (Roncos, Biajaibas, Caballerotes), y aunque no es buen tiempo para la pesca al vivo el pescador nunca pierde la oportunidad de ver un carrete rodando con alguna buena pieza o algún serruchito. Y empezó la fiesta, me apotalé a unas 20 brazas de profundidad y tan solo de tirar para abajo los roncos empezaron a hacer de las suyas… pero no cualquier ronco, si hubieran sido pequeños los hubiera montado en un alambre y a buscar peje, pero no, eran roncos de a libra, de los que hace rato no veía. Casi no me daban tiempo de enganchar la lombriz en el anzuelo era tira y saca, algunos se soltaban ya que el anzuelo era pequeño y cuando el pescado tiene la boca grande pues se raja si no está bien enganchado.
Agarré unos 12 o 15 roncos, pero como aun inconforme y sabiendo que a esa hora de la madrugada es incómodo agarrar la orilla pues tiré un carrete al vuelo con un escribano muerto encarnado con un estay a todo lo largo y me acosté a dormir.

La media luna en la cima y brillando en todo su esplendor y una de la ausencia total de nubes me obligaron a ponerme un par de abrigos que siempre llevo en la caja y además taparme con una capa que muy pocas veces utilizo, ya estaba entrando la hora en que “la mula tumbó a Genaro” y a eso de las tres de la mañana mi sueño se vio perturbado por el ruido de un carrete girando en el estrodo, trabajé el pescado hasta que lo subí al bote, era una picuita como de cuatro libras que después de unos palazos en el cocote dejó el brincoteo y se dejó meter en el saco.
Después del sobresalto de la captura enderecé un poco el estay al que solo habían jorobado por un par de lugares, encarné otro escribano y para el agua rápido antes que se me vaya el sueño y el calorcito de las manos… habría pasado como hora y media cuando volvió a salir el carrete, esta vez venía subiendo un poco más fácil hasta que una fusilada me dejó solo la cabeza del serrucho que traía. Por los cortes parece que fue un tiburoncito, me dejó solo la cabeza y algunas tripas colgando de ella.

Ya a esa hora, con la pesca hecha y con un tiburón dando vueltas lo que queda es dormir porque ahí no va a salir más nada.

 Al despertarme a eso de las 6 y pico recogí todos los avíos y escuché ese ruido de tambor característico de las olas cuando entran con fuerza a la orilla. Estaba un poco lejos del lugar por donde saco el bote, así que monté remos y con mucha calma empecé a buscar un lugar por donde salir…. La búsqueda me llevó bastante tiempo y esfuerzo, el viento en contra y el cansancio de la noche hacen lo suyo. Con cada remazo que iba dando veía la orilla ponerse más mala, las olas cada vez sonando más y alcanzando alturas que no se veían desde el último huracán que pasó por la Habana. Ya para cuando llegué al hotel Comodoro no había quien saliera por ahí… las olas estaban rompiendo en la parte alta del segundo muro, y los pescadores de la zona sabemos que eso es bastante alto, me quedé en lo profundo donde todavía no llegaban las levas más altas contando el tiempo entre una ola gigante y la otra “21” segundos, que va, ese tiempo no me daba para remar después de una ola y entrar hasta la orilla antes de que me agarrara la otra.
Una opción muy sabia hubiera sido tirar potala allá atrás y esperar un rato a ver si se calmaba un poco, yo no estaba apurado y todavía me quedaban en la caja un par de panes y un poco de agua que había llevado para matar el hambre. Pero unas nubes negras asomándose por el horizonte me hicieron desistir de esa idea… No quedaba otra, “A remar” y buscar algún canal profundo donde la ola no pueda levantar la cresta. El más cercano es el de la concha, solo había un problema, por esa zona nunca había entrado.

Fui poco a poco dando remos solo cuando las olas me lo permitían tratando de no encajar la punta del bote para que el agua no se subiera arriba llegando al lugar, pasando el muro del centro recreativo Gerardo Abreu Fontán a unos trecientos metros de distancia sentía que iba a buena profundidad pero todavía sin poder llegar al anhelado canal de la concha , hasta que una pequeña leva me levantó el bote y me dio la misma sensación que sentía de niño al tirarme de un tobogán… jejeje que rico he, la levita me había puesto a surfear, la cosa fue que al levantarme me metió más a la orilla, ahí me encontré cara a cara con otra ola que recién se estaba levantando y cogiendo forma, clavé los remos y le partí para arriba para evitar que me alcanzara cuando ya estuviera bien estructurada, de esa que fue menos cariñosa que la primera también escapé solo con algunas salpicaduras de agua pero sin apenas percibirlo con el bote un poco más a la orilla y en una mala posición para la embestida de la siguiente, ahí fue que Zeus me mostró su verdadero poder, esa tercera ola me levantó como si fuera un padazo de papel, a medida que la ola iba tomando altura el bote también lo hacía y desde una posición lateral que anunciaba una viradera al seguro. Solo me dio tiempo a tomar una bocanada de aire el cual agradecí mucho los próximos minutos y a enroscarme para recibir el fuerte impacto de lo que ya era inminente.

Yo fui pescador submarino algunos años, y aunque por su puesto los años no pasan por gusto, siempre quedan algunas mañas. Después que la ola me sacudiera como si estuviera virando una tortilla un sartén y me sacara del bote con una facilidad espantosa no quedaba otra que buscar la superficie para coger la otra bocanada de aliento… porque la cosa no acaba ahí, detrás de esa ola vino otra, y otra, y otra. En total unas 5, y demás está comentarles que mientras más pegadas a la orilla te entran con más energía acumulada.

En una de esas peripecias agarré una de las planchas de poliespuma que se había soltado de la parte trasera del bote pero la solté pronto para agarrar un remo que me pasó cerca ya que yo nado bien… no me iba a ahogar por falta de flotabilidad y la plancha iba a ser un estorbo cuando llegara a la ferviente orilla.
El arribo fue entre el ya mencionado Fontán  y la concha, por una playita que no es muy frecuentada por los hetero… vamos a dejarlo ahí.

Esa parte de la costa está llena de diente de perro en su forma más agresiva, literal que son cuchillas, pues pensando en eso mismo yo había soltado la plancha de poliespuma y había agarrado en remo. Este lo puse debajo de mi brazo como si fuera una lanza de las que usaban los caballeros para derribar a su oponente del caballo, y cuando esta lanza tropezó con la encrespada orilla la misma fuerza de la ola me subió y me depositó fuera del agua sin un arañazo, señores los pescadores que conocen la zona les podrán decir, por ahí no hay quien salga, o al menos con el pellejo intacto.

Ya viéndome fuera del agua y con la alegría de verme sano me dediqué a acumular los despojos de mis cosas que el mar me iba trayendo. Lo primero el bote, que aunque navegó con menos suerte que yo solo perdió la parte del vivero hacia atrás, después le siguieron algunos carretes y trozos de poliespuma.

Con la ayuda de un pescador de la zona que me vio y se acercó logré sacar lo recuperado hasta la calle donde después de abordar a un buen samaritano para hacer una llamada telefónica un amigo vino a recogerme.

Las pérdidas fueron sustanciales, solo por contar algunas: el buen teléfono celular que me acompañaba ya fueron unos cuantos miles, la soga de la potala, las ruedas del bote, los anzuelos y plomos y un par de carretes. Pero las ganancias fueron mayores 23 de noviembre 2023, ya este es como mi tercer, o cuarto cumpleaños… yo creo que más, pero ya perdí la cuenta. Ese día salvé el pellejo de una manera impensable, unos días atrás a otro pescador le pasó algo similar pero el sí tuvo algunos tropiezos con las afiladas rocas y se llevó algunos daños permanentes para su existencia.

Algunos pescadores que estaban en el muro del fontan dieron la vuelta a ver quién era, y me decían “naaaa, pero a ti tiene que haberte pasado algo, aunque sea un arañazo.

Mi gente ese día nací.

Saludos y pesquen mucho  
             
     

Lorenzo Espinosa Estrada. Pescador
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Re: El naufragio

Arnaldo
Contra Lorenzo, por poco quedas, un pescador de tu experiencia no debe caer en estas cosas.

No te puedes dormir asi como asi cuando estas en el mar.

Conoces este sitio:

https://www.windy.com

???

Con ese sition puedes ver como se pronostica el mar hora a hora, y con dias de antelacion.

Eso fue un norte q te cogió.

Seguramente las olas venian del noroeste.

Del carajo, por suerte tu experiencia fue determinante.

Abrazos
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Re: El naufragio

Lorenzo Espinosa Estrada
Administrador
Saludos Arnaldo, muchas felicidades por el año que recién comienza.

Amigo todas las páginas y los pronósticos fueron revisados, incluso los internacionales, pero al parecer se adelantó sin previo aviso. Y no quedó de otra que nadar muy rápido jajaja. Buenas pescar hermano.
Lorenzo Espinosa Estrada. Pescador
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Re: El naufragio

Arnaldo
Pues si q de adelantan, y asustan mucho. Saludos y buena pesca!